Hoy me acorde de él, y mi rostro se iluminó con una sonrisa.
Pensé en como hubiese sido mi vida sin haberle conocido,
y todo se volvía oscuro.
No podía imaginar que hacer si en algun momento me faltara.
Así que dejé de imaginarlo.
El dolor no me dejaba respirar, y él, con su sola presencia,
apaciguó el miedo, el temor, el dolor...
Solo él poseé ese don. Ese regalo de los dioses.
Hacerme feliz parece ser su cometido, ya que haga lo que haga,
me alegra el día.
Muchas gracias por existir, por compartir tus días conmigo,
por enseñarme que lo malo, con una sonrisa, se transforma en bueno.
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