Tras un partido en el que el fútbol, aún siendo lo importante quedó en un segundo plano, aplastado por las voces de los miles de aficionados que se dieron lugar en la Romareda, tras una tarde de cánticos, de olas, de saltos y de risas, el Real Zaragoza, el equipo de mi corazón, ascendió a los cielos.
Dejamos atrás el infierno en el que hemos vivido durante la última temporada para volver al cielo de donde nunca debimos haber caído.
Se acabaron los sufrimientos, los nervios, los agobios y las tensiones. Se acabó el no dejar la radio durante el partido, rezando porque el Hércules no marcara. Se terminó el infierno de segunda.
Muchas gracias a los jugadores, por hacerme sentir todo eso que siento cuando os veo jugar.
Gracias por sentir los colores, el blanquiazul os perseguirá allá por donde vayáis, y os dará fuerza para seguir, si de verdad alguna vez habéis sentido lo que esos colores significan.
El león rugirá cada vez más fuerte para que estéis donde estéis, lo oigáis.
La afición siempre estará ahí, para apoyaros aunque siempre que sea necesario, aunque también estará para cantaros las cuarenta cuando no deis el cien por cien.
Desde que aquella terrible tarde del verano pasado en la que descendimos, la tarde en la que derrame más lágrimas que en toda mi vida, estaba deseando que esto sucediera. Rezaba con que el destino recompensara los esfuerzos que los jugadores habían derrochado, aunque también deseaba que el destino nos recompensara a los abonados, a todos los que, en primera, en segunda, o en la liga regional, os apoyamos y siempre nos dejamos la voz animando.
Por fin ese día ha llegado. Y he de decir, que la felicidad que se siente al ascender, no es comparable ni siquiera a la de ganar una copa del rey.
Madre mía, me he emocionado y todo...
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire